sábado, 25 de febrero de 2012

Sistemática involución


En las calles canta el destino por un mendrugo de pan mientras que el rico compra su felicidad en la tienda de la esquina, menos mal que no se vende la honradez aunque si la apariencia.
Desde la calle fría y repleta de gente resulta fácil observar la hipocresía adoptada como mecanismo humanista de defensa ante tanta injusticia, con el fin de preservar el bienestar individual del sujeto en sí. Mundo muerto, si valores como la solidaridad se han convertido en trabajos remunerados y la voluntad escasea entre estos habitantes democráticos incapaces de ver el dolor en su igual. Extraños capaces de comprar el sentimiento, porque éste lo es más si el regalo es abierto en fechas en las que se respira una paz irónica e inestable.
Un singular olor a felicidad insípida inunda las calles y se aprecia una luminosidad excesiva que destaca la carencia de lustros anteriores; como si las tiendas, comercios, respectivos dueños y, como no, nuestro amigo el capitalismo, quisiera llamar tu atención junto con tu dinero para iluminar aquello que va a hacer sonreír a tu mujer, a tu hijo o a tu madre, como queriendo cegarte ante tal estruendo.
Y sin embargo dicen que la vida es cambio, destino, reto y honradez pero con los años disminuyó la conciencia del mundo sobre sí mismo en un inexacto momento en el tiempo de la existencia. Justo cuando notó ese pequeño chasquido de recolocación personal, de progreso premeditado. Uno dijo progreso, otros callaron y unos cuantos rieron.
Qué irónica es la vida sabiendo que resulta triste ver la desigualdad dada por herencia o por el simple hecho de existir, de nacer aquí o unos metros más allá donde tu persona no sea mirada por su condición de cara a derechos tan fundamentales y básicos como decidir, votar, divorciarse, trabajar o incluso ser libre. Además ha de ser indignante que países que proclaman ser desarrollados con un plan de progreso escrito en papel --ya que hoy en día parece que los hechos reales tienen un fuerte carácter utópico-- permitan que la desigualdad sea palpable en todos los sentidos de la vida.
Vivimos en una época en la que la Tierra aprendió a soportar sobre sí misma al habitante 7 millones haciendo posible la plena conquista del ser humano sobre lo inconquistable, poniendo en evidencia incluso a su propia especie. Un tiempo en el que el sistema dio de sí y nos dejó con lo puesto, menos a los grandes patanes de la política que nunca vivirán en la calle como tanta gente que se ha visto obligada a cancelar el proceso del vivir por impago; bonita mentira que nos vendieron los perros del sistema basándose en la sensación exacerbada de poder y consumismo, ignorantes los que creyeron poder vivir por encima de sus posibilidades, como los altos cargos, hoy en día lo están pagando no solo con el valor impuesto sobre un papel llamado "dinero" sino con el dolor de quien sabe que se equivoca y que ha sido timado por esa capacidad del lenguaje, tan humana, tan tirana, como es la persuasión.
Es la era de las pocas opciones, del desempleo y la pobreza, de las víctimas de la sugestión.
Es el momento de reflexionar sobre el culpable de tal imprudencia, sobre quien tiene el problema, ¿sociedad o sistema?.
Ustedes elijan.