jueves, 11 de abril de 2013

Carta al nunca jamás


Hoy vuelvo a coger el cuaderno por mi musa, que si por la vida fuera mis escritos habrían abandonado el camino de la fantasía hace ya mucho tiempo. No solo las palabras sintácticas y abstractas sino media cordura, medio corazón, media felicidad. Este es tu regalo, aunque al pronunciarlo en mi mente parece una total ironía. El regalo fuiste tú, y viniste un día de paso por la calle de esta ciudad tan pequeña que sostiene nuestras ilusiones, y que a la vez nos mantiene lejos en espacio y tiempo, horizonte, invierno al fin y al cabo.

Empiezo a darme cuenta de que mis manos se arrugan cansadas de tanta hipocresía, será por eso que la consciencia de los míos es imprescindible en mis pasos. Niego lo nuevo (extraño),

¡no, qué digo!

Juzgo a mis ojos por haber visto demasiado, por contenerse ante la imposibilidad de expresar los sueños y otras sucias desgracias porque nunca había sentido tanto. Permíteme que le escriba esto a un tercer remitente, al nunca jamás que nos une. Al futuro allí a lo lejos habría que hacerle un homenaje por esperarnos tan paciente, con todas nuestras fantasías, síntomas, enfados, desesperanzas y echos que parecen milagros de ser tan esperados como verte y poder abrazarte.
Quitemos que la realidad es fría y apática, que por las mañanas no puedas despertarte a mi lado, que no puedas verme cada día e incluso que el desayuno sepa amargo sin tu mirada. Pongamos un mañana, pongamos sueños, proyectos, ambiciones, metas, caminos, pasión, sentimiento. Pongamos que todo lo malo pasa por momentos, porque si una cosa debemos enseñar a nuestros hijos es que lo único que no podrán parar es el tiempo, la inercia que los arrastrará hacia nuevos intentos.

No es tan infinito el no o el no puedo, vayamos construyendo una realidad cada día más certera, una realidad que nos aproxime y que nos una para siempre. Haremos una lista de los posibles y elegiremos
comernos el mundo. Miraremos al pasado y nos reiremos todo lo que ahora sufrimos, siendo conscientes de lo que ha costado superar tantos inconvenientes, sabiendo que lo hemos conseguido, que el viento no ha logrado esculpir ni siquiera un poco de nuestro amor.

Quitemos el resto, pongamos que te quiero.

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