Qué fue de los cafés sin sentido, de las tardes malgastadas
mirando al techo de tu piso. Podría describir con exactitud las veces que asentí.
Tanta complicidad
hecha añicos.
Con esa prepotencia premeditada al punto exacto te atreves a
preguntar; silencio es lo que encuentro cuando intento responderte. Ahora solo
queda el recuerdo y un par de besos, tu desgana en el intento delata la
obligación del acto, en parte forzado por lo que fue y ahora evitas.
Ya ni te conozco, pero parece
que mi alma si te recuerda.
No te pido que te sorprendas, pero por lo menos fíngeme.
Hazme creer que realmente cuentas conmigo, como cuentas los segundos uno detrás
de otro, como las veces que me dolió y mi mirada aceptaba el reto de intentar
pasar por alto lo inevitable.
Llama a mi puerta, preséntate, quítate la careta. Podría creer hasta el
último ápice de conspiración que saliera por tu boca, y ponerme al mundo en
contra, como hice siempre.
El tiempo hará de juez, veremos quien se quema antes la
indiferencia.
La familia lo es todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario